El camino al voto de las personas con discapacidad: «Voy a luchar por ese derecho y lo voy a conseguir»

Fotografía de Javier Kraj ÁlvarezJavier Kraj Álvarez sabe de informática, trabajó en la recepción de dos hoteles de cinco estrellas, tuvo un horario en Decathlon y mantuvo a raya las cestas de Alcampo. Estudia un curso de ordenanza y otro de protocolo y organización de eventos. Lleva la venta online del taller Reciclarte de la Asociación Síndrome de Down de Sevilla. Es el capitán de un equipo de fútbol y hasta hizo prácticas en un banco. Y anda con una novia que tiene pinta de vida en común.

Pero no puede votar.

«Es injusto. Yo no tengo un derecho que la persona sin discapacidad sí tiene. Pero voy a luchar por tenerlo. Y lo voy a conseguir».

Javier es 100.000 Javieres, un pedazo de la ciudadanía española sin un derecho que tiene cualquiera que haya nacido persona. Un hombre con Alzheimer, una mujer en los dobleces de la esquizofrenia, un preso por delitos graves, una anciana olvidada en la residencia… Todos votarán. O no. Pero todos pueden hacerlo. Todos excepto 100.000 Javieres.

La restricción proviene de una ley de 1985 que permite la retirada del derecho al sufragio a toda persona discapacitada o internada en un centro psiquiátrico con una sentencia judicial de incapacitación que incluya una prohibición para votar.

Probablemente, las intenciones de los legisladores fueron buenas, una ventisca de sobreprotección ante engaños o manipulaciones. Pero, por el camino, las sentencias han matado un derecho protegido en normas internacionales (Tribunal Europeo de Derechos Humanos), instituciones democráticas (Defensor del Pueblo, Comité de Bioética…) y organizaciones humanitarias (Naciones Unidas).

Porque algunas personas son amputadas para el voto en el mismo documento que las incapacita para la gestión económica de sus bienes. Y otras después de ser sometidas a un examen de política:

– ¿Qué tipo de política hace cada partido?

– ¿Cómo se componen el Congreso y el Senado?

– ¿Cuantos tipos de elecciones diferentes existen?

– ¿Cuál es la función del Rey?

– ¿Qué partidos son partidarios de la Monarquía o de la República?…

«Discriminación pura. A nadie se le examina para votar. Eso es prejuzgar la calidad del voto. El derecho a votar no está ligado al conocimiento, sino a ser persona. Tanto hablar de regeneración democrática y tenemos a 100.000 personas privadas de un derecho, amordazadas en un Guantánamo sin urnas. Es una anomalía jurídica y moral». Es Jesús Martín, delegado de Derechos Humanos y para la Convención de Naciones Unidas del Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (Cermi), que traslada el apellido de su cargo al argumento que defiende: «Es un planteamiento de Derechos Humanos; no es un planteamiento sectorial, ni inventamos la rueda. Pedimos el mismo derecho que para cualquiera. La ONU ha llamado muchas veces la atención a España por no corregir ese déficit».

El miércoles, el Congreso avaló un dictamen para retocar la ley de 1985. Los meandros parlamentarios, las enmiendas por venir y la misma incertidumbre de esta legislatura hacen que nadie se atreva a saber cuándo podrán votar los «incapacitados», cuándo morirá esta masiva abstención involuntaria.

«No sé si llegaremos a las municipales y autonómicas de mayo», duda Agustín Matía, director gerente de Down España. «Es un retraso en términos de modernidad legal, una limitación de derechos civiles. No hay Constitución que lo tolere».

Bien, pero ¿y si les manipulan?

Matía: «Siempre surge el prejuicio sobre la capacidad de comprensión. En la II República se debatió el derecho a voto de la mujer. Se aducía que no tenía formación, ni criterio. Como decía Ortega, no es eso, no es eso. El derecho a votar no tiene que ver con la capacidad, sino con la libertad. Si no preguntamos a nadie en qué se basa para votar, ¿por qué se lo preguntamos a la persona con discapacidad? Si limitáramos el derecho al voto en función del conocimiento o la renta nos sonaría a arcaico. Pues igual con la discapacidad».

De acuerdo, pero ¿y si alguien les dice qué hay que votar y qué no?

«Es el miedo de siempre. ¿Por qué no en vez de este buenismo de protegerles apartándolos les apoyamos para que puedan participar? Hay textos de lectura fácil, fórmulas para hacerles fácil lo difícil», dice Martín. «Ha habido mayores no incapacitados en residencias que fueron manipulados. Se denuncia y se persigue, pero a nadie se le ocurre quitarles el derecho a votar», sentencia Matía.

Cuando, hace una década, Mari Ángeles y Xavier modificaron judicialmente la capacidad de su hijo Javier para la gestión económica no sabían que la sentencia traía sorpresa: «Unos años después hubo unas elecciones y fuimos a votar. Mi marido saca su DNI y vota. Yo saco mi DNI y voto. Y cuando Javier da el suyo nos dicen que no está en el censo. ¿Cómo que no está en el censo? Resulta que la sentencia también le incapacitaba para votar. Ni nosotros ni él queríamos eso. Es injusto. Yo quiero que vote. Y él quiere votar».

Javier Kraj Álvarez tiene 30 años, una treintena de vida «arrolladora», en expresión de Ana Segura, técnica en Down Sevilla. «Javi es muy independiente. Viaja solo a otras provincias y ha trabajado y ha hecho prácticas en mil sitios. Es muy sociable, una persona encantadora que se hace querer pronto. Tiene mucha inquietud por las cosas, le interesa todo. Es chispeante. Un tío arrollador».

Javier, ¿qué es lo que más le gusta hacer en la vida?
Jugar al fútbol, ir al gimnasio y pintar. Tengo lienzos pintados por mí en casa. Y, bueno, lo que más me gustaría es casarme con mi novia para vivir con ella.
Ojalá lo consiga. Me han dicho que es capitán de un equipo…
Sí, el capitán. El equipo se llama Fantasmita.
¿Y usted de qué equipo es?
Pues del Fantasmita.
Por supuesto. Digo de qué equipo de los que salen en la tele…
Ah, del Betis, del Real Madrid y del Jerez. Ése por mi padre.
¿Qué trabajos ha tenido?
Muchos. Trabajé en dos hoteles. Llevaba las maletas a la habitación. Y también he estado en el Decathlon. Y en el Alcampo.
¿Y qué hacía allí?
Me ocupaba de las cestas de la compra, recogía papeles y llevaba las alarmas a la línea de caja.
¿Y ahora en qué trabaja?
Vendo online lo que hacemos reciclando material. Pulseras, colgantes, llaveros… De todo. Hay un catálogo en la web. ¿Lo has visto?
Sí. Es muy interesante. ¿Y usted cómo hace lo de la venta?
Ahora tengo un pedido. Y estoy preparando otro grande. Ellos mandan la factura por ordenador.
¿Se le da bien?
Sí. Me gusta mucho la informática. Tengo un portátil.
¿Le interesa la política?
Sí. Veo las noticias por la tele.
¿Y qué le parece?
Bueno…
Por ejemplo, ¿cómo ve al presidente del Gobierno?
¿Al presidente? Lo veo bien. En algunas cosas estoy de acuerdo con él y en otras no. Como los demás. Unas veces ayudan y otras no, ya sabes cómo son los políticos.
¿Le gustaría poder votar?
¡Hombre, claro!
¿Por qué?
Porque no es justo que no me dejen votar porque esté incapacitado. Yo no tengo un derecho que las personas sin discapacidad sí tienen. Pero voy a luchar por tener derecho a votar y lo vamos a conseguir. Por mí y por mis padres.
Si lo consigue, ¿qué hará?
Pues me haré una foto votando y te la mandaré, ¿vale?
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